martes, 15 de noviembre de 2011

INCENDIOS

INCENDIOS
Ver nacer un clásico
Por TESPIS

Terminando de disfrutar “Incendios” y platicando con las esplendidas actrices Arcelia Ramírez y Carmen Beato, lance una pregunta al aire. ¿Que se hace después de hacer un clásico?. Los que hemos disfrutado de este trabajo fuera de lo común, sabemos ahora lo que se sintió asistir al estreno de “Romeo y Julieta”, o “La Vida es sueño”, “Casa de Muñecas”. Es rarisimo tener la posibilidad de ver un clásico nacer, esto es “Incendios”, y mas aun ver aparecer sobre la escena un papel llamado a estar entre los inmortales, Nawal, es sin ninguna duda una de las grandes heroínas del teatro. Nacida a finales de los noventas pero que se puede considerar mas bien como una criatura teatral del siglo XXI ya tiene un lugar con Rosaura, Julieta, Roxana, Medea, Electra.
Segunda parte de la Tetralogía “La Sangre de las Promesas”, puede ser la obra maestra del teatrista Wajdi Mouawad.
Si en Litoral el tema central es la figura del padre, en Incendios la figura que domina la obra en temática, acciones y atmósfera es la Madre, Nawal. Si Madre Coraje es la figura femenina de la mujer en un entorno de guerra tradicional, Nawal es la mujer en medio de una guerra que no entiende, donde los acontecimientos envuelven y destruyen a los civiles sin que se sepa bien por que o de parte de quien son los ataques. Nawal es la figura femenina del holocausto de las guerras de medio oriente. El holocausto civil árabe. Aunque, como todo crimen contra la humanidad, su circunstancia no se queda en la península arábiga y anexas sino que abarca a la humanidad entera.
Mouawad es un dramaturgo canadiense que, al regresar la poesía al teatro contemporáneo, inaugura una veta de dramaturgia de la vida real con enorme sentido poético y potencia dramática.
Mouawad supera con creces el realismo o el documentalismo tan en boga, lo mismo que a los experimentos abstrusos e incomprensibles. Hijo del teatro de fin de siglo XX crea junto a su compañía, primero con Litoral, una manera renovada de ver el hecho teatral.
Si en Litoral estaban las semillas y los frutos de algo realmente renovado, en Incendios, con mayor confianza dramatúrgica llega a niveles difícilmente igualables.
Incendios cuenta la historia de Nawal, mujer de origen árabe, que al morir solicita en su testamento a sus dos hijos gemelos, mujer y hombre, que la entierren de manera muy particular, y que hasta entregar a su padre y hermano, respectivamente, una carta, podrán poner sobre su tumba una piedra con su nombre grabado. Esta solicitud molesta a los hermanos, sobre todo al varón, un boxeador amateur mediocre y un poco menos a la hija una estudiante de doctorado en matemáticas. No sabían que su padre vive y que su hermano existía. A partir de aquí se desarrollaran las dos historias paralelas, la de la sufrida vida de Nawal, joven árabe que padece todos los horrores de la guerra y la investigación y búsqueda de los hermanos para localizar a su padre y hermano. Las dos historias corren lado a lado sin relacionarse hasta que inevitablemente convergerán en una peripecia trágica imposible de suponer y que hará que la vida de todos los personajes cambie. La Mujer que Canta, sobrenombre con el que se conocerá a Nawal durante la guerra, se convertirá después de la sorpresa trágica en un elemento de amor maternal increíble, sobre todo, por su capacidad de amar por encima de la razón.
Con una factura técnica irreprochable, Mouawad le da una nueva configuración a la tragedia. Eso es Incendios, en términos de genero, una tragedia y de sublimación, explicando, la tragedia de sublimación es aquella en la que la sorpresa trágica o peripecia, aunque afecta de manera terminal a una o un grupo de personas cuya vida no volverá a ser igual, pese a esto el final se transforma en una energía positiva como la de un incendio en el bosque precisamente, que aunque quema todo, fertiliza el suelo y hace germinar nuevas semillas. Una tragedia con un guiño a la esperanza o, en este caso, al perdón.
En términos de puesta en escena el trabajo de Hugo Arrevillaga es también una marca en el teatro mexicano. Se le puede clasificar como una puesta sobria, muy elegante, con publico en dos frentes. Lado a lado de una pasarela creada con elementos elaborados en madera burda, dos sillas cercanas una a cada extremo y algunas sillas entre la primera linea de espectadores donde están los actores todo el tiempo.
La puesta no tiene intermedio pero esta es una de esas muy raras obras en las que se aguanta las 2 horas y media que dura como agua. Ni se siente la longitud.
Una iluminación muy sobria y adecuada, que merced a efectos físicos puede crear ambientes distintos.
La escenografía obra de Auda Caraza y Atenea Chavez esta bien realizada y ofrece esa posibilidad de espacio concreto que mudara a diversas locaciones. Con una acertada selección de texturas y colores.
El vestuario sencillo pero muy adecuado de Mario Marín. En tonos tierra básicamente. Acompaña, evoca y subraya a cada personaje.
Es difícil lograr un éxito. Mas difícil encontrar un papel legendario que ademas de dar el casting ofrezca un reto enorme. Karina Gidi es Nawal y ha logrado al menos hasta el día de hoy su Personaje Maestro. Muy pocas veces se ve un trabajo actoral así. La caracterización no tiene otro calificativo mas que Perfecta. Es una obra actoral para ejemplo, para clase, para la memoria, para el disfrute, para todo. De una patada con este trabajo Karina Gidi entra al reducido circulo de las primeras actrices. Solo por ver su trabajo vale la pena ver Incendios. Una actuación memorable. El momento del monologo donde Nawal da el testimonio frente a su torturador es realmente de leyenda. Sin excesos melodramáticos, contenido, con una carga emotiva de bomba atómica. Ella recargada casi en una pared de madera, ligeramente inclinada, las manos a los lados. Las lagrimas escurren por su rostro, su voz es desoladora, conmovedora, profunda. Uno de esos momentos que contaremos en años a nuestros hijos.
Todo el elenco esta muy bien, aclaro, Concepción Márquez en una abuela mágica, Pedro Mira en un encantador abogado, Rebeca Trejo en una frágil hija, Javier Olivan muy bien como el bravo hijo Simón, Alejandra Cacho en su Sauda tierna, Guillermo Villegas en un francotirador cínico y sicótico, Jorge León en su amante. Todos destacadísimos y con un gran nivel actoral.
Incendios es una obra sin desperdicio. Sigo quejándome de lo reducido del aforo. La Tetralogía ha tenido bastante éxito, por lo que sugiero se les diera un espacio alterno que pudiera inaugurarse como foro para tener en temporada estos trabajos maravillosos. Para el año siguiente se anuncia el estreno de la cuarta parte “Cielo”, ¿que vendrá?. De momento disfrutar sin falta este monumento al buen hacer teatro y que nos indica para donde esta el caminito. Un verdadero triunfo, una maravilla, es obligatorio verla.

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